lapiz


1.06.2004
amanecer
La próxima vez que me quede a dormir en La Antilla no me pierdo este espectáculo desde la terraza de casa por nada del mundo, aunque me tenga que levantar a las 5 de la mañana y quedarme helada de frio.
Cuando era pequeña mis padres acostumbraban a pasar allí todas las vacaciones....salvo las de verano; éso significaba estar en septiembre, el puente de la Inmaculada, Navidades, Semana Santa y el mes de junio. Eran fechas que antes la gente corriente no acostumbraba a pasar en la tranquilidad de la playa, así que mi hermano y yo éramos la única compañía mutua para jugar. Y yo odiaba tener que ir hasta allí, para mi era lo más cercano al fin del mundo, la casa, el coche aparcado en la carretera y toda la arena y agua salada que pudiésemos desear.
Ahora en cambio es el mejor lugar para evadirse, desconectar del bullicio de la ciudad por unos dias y olvidarlo todo. Ahora empiezo a entender lo que tanto aprecian mis padres de que afortunadamente la zona donde está nuestra casa no haya sucumbido a la vorágine inmobiliaria y aún resistamos (gracias desde luego a que aún quedan los pescadores cerca de nosotros) a las peleas por lograr un sitio donde clavar la sombrilla y extender mínimamente la toalla.